Gratitud, disfrute vital

El otro día, no recuerdo donde, escuché o quizá leí acerca de la suerte que tenemos en nuestra sociedad. Disfrutamos de privilegios que en otros lugares no existen, ni tienen visos de existir en breve.

Pensando en ello, me vino a la memoria la historia de una psicóloga chilena, Pilar Sordo y su paciente Jaime.

En esa historia, te dejo el enlace, Pilar contaba que, como parte de la terapia, Jaime debía anotar aquellas cosas por las que sentía gratitud en su día a día. Cuando volvió a la consulta una semana después, Jaime llevaba un maletín con cuatro cuadernillos llenos de anotaciones. Pilar, sorprendida, pensó que quizá había entendido mal las instrucciones.

Pero no, Jaime las había entendido perfectamente. Y su lista-libro eran páginas y páginas de detalles cotidianos, a los que la mayoría de nosotrxs prestamos poca o ninguna atención. Él expresaba gratitud por cosas sencillas como la calidez de un rayo de sol, el olor de la ropa limpia o la temperatura del agua de la ducha.

He “olvidado” mencionar que Jaime es ciego.

Resulta difícil imaginar que es ser ciego y fácil suponer que, siéndolo, abrirse a la sensorialidad es lo natural. Pero, por esa misma regla de tres, Jaime podía haber convertido su ceguera en un motivo para la desesperanza. Sin embargo, a pesar de su limitación física, o gracias a ella, era capaz de ver con todo su ser y agradecer aquello que la vida sí le concedía.

Entonces, ¿por qué olvidamos agradecer?

Quizá se deba a que resulta más sencillo enfocarse en lo que falta que en lo que tienes. Y la historia de Jaime, conmovedora e instructiva, recuerda que la gratitud va más allá de las posesiones. Es una disposición de ánimo que concilia lo que la vida ofrece en este momento y tu capacidad para disfrutarlo.

Pero, ¿cómo reconectar con la gratitud?

Puede ser un buen ejercicio que, cada mañana, antes de levantarte hagas un recorrido silencioso por tu cuerpo para recordar lo que te ofrece y permite. Después, puedes pensar en tres personas que ames y agradeces que estén, o hayan estado en tu vida.

Luego, a lo largo del día, concédete dos breves momentos de placer sencillo sólo para ti, premiando a tu cuerpo/mente el trabajo realizado. Y, ya que la gratitud es un don a compartir, ofrece un regalo sencillo a otra persona. Puede ser una sonrisa, un beso, un abrazo.

Y para acabar el día, al acostarte, repasa como te has sentido y agradécete el haberlo hecho posible.

Practícalo a diario.

Recordar lo que de bueno existe en tu vida es conectar con la gratitud. Es apreciar esas cosas, casi nunca materiales, que hacen de tu vida un regalo único.

Agradece tu cuerpo, agradece vivir. Porque la gratitud es la antesala del disfrute vital.

integra en ti gratitud, ¡y disfruta!

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