El virus que nos quitó la máscara

Hemos empezado el último mes del año. ¡Y vaya añito! 

Sin duda este 2020 será un año recordado (quien más, quien menos está deseando que acabe). 

Será El Año Covid19/Pandemia, el año del enemigo invisible. Un oponente sin remilgos que ha barrido de un plumazo las barreras geográficas y sociales. Que nos obliga a convivir  con mascarillas, geles, distancias de seguridad y en confinamiento. Que nos encara con la pérdida, el miedo, la incertidumbre y el dolor colectivo. Y nos empuja, sin remedio, a sumergirnos en el universo online.

De hecho, lo que se cuente en el futuro sobre este momento estará tocado por la alargada sombra del Covid. Y no es de extrañar: ha supuesto tanto en tan poco tiempo, que va dejando una oscura estela. 

Pero nada existe sin su opuesto

El enemigo invisible también es responsable de hacernos reducir el ritmo, de reajustar prioridades y hacer balance de vida, situaciones y relaciones, sacando a la superficie lo mejor y lo peor. 

¿No resulta irónico que el mismo virus que obliga a llevar mascarilla sea el que ha hecho caer las máscaras? 

La convivencia obligada con los cambios (involuntarios) que la pandemia ha ocasionado, sumada al estado de alarma y a la limitación de las libertades  ejerce presión y ha hecho aflorar conflictos internos que permanecían desoídos a causa de la actividad cotidiana precovid. 

Por eso, además de por el Covid, este es un año marcado por la convivencia. La convivencia con una situación insospechada y sus consecuencias. Y, sobre todo, por la búsqueda de equilibrio entre lo que somos y lo que nos pasa. 

Este año, más que otros, nos ha ofrecido la oportunidad de conocer, conocernos y observar si disfrutamos de una autoconvivencia saludable, pese a las circunstancias.  

Y tú, ¿qué has aprendido de este año?

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2 comentarios en «El virus que nos quitó la máscara»

  1. Muy buena reflexión. Mi aprendizaje es haber tenido la oportunidad de haber “renacido” en todos los sentidos, a pesar de haber sufrido una pérdida personal importante y muy querida, he de agradecer que la vida hay que vivirla, en la calle o en casa y que el tiempo que pasamos con nosotras mismas es el más importante.

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    • Gracias por tu aportación, Aura. Y más sabiendo que eres una de las personas que ha sufrido el dolor de una pérdida. Aprender desde el dolor no es algo fácil, y «renacer» aún menos. Así que, mi felicitación, y lamento tu pérdida.

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