Hace poco, una amiga se quejaba de su relación de pareja, y acabó su alegato diciendo: «Si no suma, lejos«, (lo que encontré irónico, ahora que lejos depende de los metros cuadrados de la casa). Más tarde, me mal-acordé de la frase de Galileo: “El Universo está escrito en clave matemática”. Y yo, que soy más de letras, reparé en que, quizá, las matemáticas, rigen también las relaciones.
Eres (somos) un ser relacional
A partir de una relación vienes al mundo. Llegas a una familia, lugar y época concretos. Aterrizas en una comunidad con normas y organización pre-existentes. Y todos esos vínculos hacen posible que sobrevivas los primeros años.
Si tienes suerte, tu familia te ayudará a desarrollar tu potencial y, si no, limitará tus habilidades. En ambos casos, verás condicionada tu vida a resultas de las dos primeras reglas aritméticas: suma y resta, que supondrán la adición o sustracción de oportunidades para ti.
Con el paso del tiempo, y el desarrollo, comienzas a diferenciar entre tú y los demás. Destacas, multiplicas, aspectos propios para encajar. U ocultas otros, divides, para evitar el rechazo y favorecer la aceptación. Y vas creando una máscara, invisible e inconsciente, para hacerte tu lugar en el grupo.
Elegidas o no, estas operaciones aritméticas marcan la relación más importante y duradera para ti, la que mantienes contigo mismx. Y determinan tu manera de relacionarte con lxs demás, con el mundo y con la vida.
Pero, ¿qué pasa cuando falla la aritmética?
Lamentablemente y sin que tú lo desees, a menudo, la máscara puede tomar el control, alejarte de quien eres, perturbar tu paz y satisfacción.
De entrada, desmantelar algo tan íntimo e inconsciente parece difícil. Y puede serlo, no te voy a engañar, porque como dice la canción: “…son cosas tan mías que yo no las veo”.
Tomar conciencia, responsabilidad y compromiso con tu bienestar es un buen pistoletazo de salida. Honestidad y aceptación son claves.
Todo empieza en ti
El primer paso puede ser aminorar el ritmo, pararte a observar, conectar con el presente. Respirar, darte un momento para dejar el piloto automático. Observar qué haces, dónde, con quién.
Luego, presta atención. Enfoca un poco más, identifica cuándo te pasa, en qué situaciones o en qué compañía, qué sensaciones tienes; escucha a tu cuerpo…
Paso a paso, restablecerás la relación contigo, distinguirás qué aceptar y qué cambiar en tu forma de relacionarte. Es un proceso. Te ayudará realizar microacciones, obtener pequeños logros para fortalecer tu voluntad y reconectar con quién eres en esencia. E insistir, todo entreno requiere perseverancia y foco.
El resultado es único, y eres tú
Entonces, las matemáticas aparecerán en tu vida, aunque seas de letras. Sumarás gratitud y aceptación. Restarás miedos e inseguridades. Multiplicarás autoestima y respeto hacia tus semejantes. Dividirás, compartirás quien eres, de manera generosa y consciente.
Te aceptarás, con tus luces y tus sombras, y restablecerás una autoconvivencia saludable. Y disfrutarás de un resultado único: ser tú.
Bravo, muy bien. Me gusta esta concepción de relación aritmética.
Muchas gracias. Un abrazo…virtual!
Hola guapa!!!
Me gustó mucho tu mensaje.
La posibilidad de recibir apoyo emocional siempre suma (hablando de mates ;-)), y conociéndote, sé que harás una gran labor.
Un abrazo
Fito, gracias por tus afectuosas palabras. Un sentido abrazo…virtual 😉
Aunque yo soy la antítesis de la lógica matematica debo reconocer que tu visión de las relaciones hace que abra mi mente a un mejor conocimiento de cómo me relacionó con las personas…interesante, mucho!