¿Eres de las personas que van ligeras de equipaje, o de las que para 4 días se llevan la casa a cuestas?
El verano llegó y los días se alargan, el calor aprieta y los cuerpos se descubren. Es tiempo de amores breves, nuevas experiencias, y de disfrutar de unas merecidas vacaciones.
Todo el año trabajando esperando a que lleguen las vacaciones, las ansiadas vacaciones. Y con ellas, en el mejor de los casos, el momento de emprender el viaje que nos aleje de lo cotidiano y su rutina. Es el momento de hacer las maletas, el momento de preparar el equipaje.
Y hay que ver cuánto dice de cada quien como prepara su maleta.
Hay personas que preparan la maleta con tiempo, y las hay que lo hacen en el último momento. Otras, no saben qué llevarse y acaban llevándoselo «todo». Algunas prefieren dejar espacio para los «tesoros» que encuentren por el camino. También las hay que planifican hasta el detalle más insignificante, sin dejar nada al azar. Y unas pocas son del tipo «viajo con lo puesto», confiando en que durante el viaje conseguirán todo lo necesario.
Por supuesto, el tiempo de duración del viaje, el destino y con quién se viaja tienen mucha relación con la cantidad de cosas que se necesita meter en la maleta, y con el rigor que se aplica al prepararla. Pero no siempre es así. Incluso en esos casos, la maleta, el equipaje, definen a la persona y también su forma de entender la vida. Porque cada persona expresa en toda acción quién es y cómo vive.
Si lo piensas en cierta modo, la maleta puede representar las experiencias de la vida, el equipaje vital. La suma de vivencias que, a veces, se convierte en carga sin saberlo. Y hay que ver cuánto puede pesar si no sé sabe integrar.
Por eso, es necesario saber qué se lleva en la maleta para si pesa emprender la acción y aligerar la carga.