¿Practicas la escucha activa?

Tiempo atrás, sin querer, escuché una conversación entre una pareja joven. Ella le explicaba que había tenido una «movida en el curro con la jefa»,  él trajinaba su móvil. Ella, algo crispada, le dijo: «Ei, no me haces caso!… ¿acaso no me oyes?» Y él, siguiendo con lo suyo, contestó: «Claro que sí, te  oía pero no te escuchaba«. La respuesta derivó en un breve rifirrafe que, en segundos, paso a beso de «aquí-no-ha-pasado-nada». 

De la pareja recuerdo poco pero las palabras me quedaron flotando… escuchar-oír, oír-escuchar… y aunque reconocía la diferencia, busqué la versión oficial, alias diccionario, para afinar más.

Según el diccionario…

OÍR ES PERCIBIR CON EL OÍDO LOS SONIDOS.

ESCUCHAR ES PRESTAR ATENCIÓN A LO QUE SE OYE.

Es decir que oír es involuntario, y escuchar requiere atención plena.

Eso supuso un punto de inflexión para mi. A partir de ahí presté más atención a mi forma de escuchar. Me sorprendió descubrir que, a veces, mi escucha era «profética», presuponía lo que me iban a decir. Otras «adhesiva», me enganchaba en un punto de la conversación y a lo que venía después ni caso. Y en ocasiones «paranormal», cuerpo presente y mente en otra dimensión, eso por poner tres ejemplos. Y decidí que quería cambiar eso, quería participar de la escucha de manera más activa.

Mis 4 prácticas de escucha activa

Reconciliación con el silencio. Yo era de las que acostumbran a encender la tele al llegar a casa o la radio al subir al coche, me costaba un ambiente en silencio. Así que empecé a no hacerlo, a cambiar el automático. De entrada era raro, incluso incómodo. Pero con el tiempo, se convirtió en costumbre y esos ratos eran oasis de silencio que aprovechaba para reconectar conmigo misma. Y la compañía sonora se volvió elección, y no necesidad.

Hablar menos, escuchar más. La naturaleza es sabia,  nos ha dotado de  dos orejas y una boca. Quizá para garantizar que oímos  el doble y hablamos la mitad. Y siguiendo esa máxima, procuraba hablar la mitad y escuchar el doble. Hacerlo ayuda a reparar en otros detalles como postura-tono-velocidad que  ofrecen más información que el propio discurso.

Silencio interior a diario. Me lo tome como un juego. Con el foco puesto en la respiración, imaginaba que mis pensamientos eran productos que ponía  en la cinta de caja de un super. El propósito del juego era dejarlos correr, no atrapar ninguno. Primero, se amontonaban. Luego, con la práctica, habían vacíos entre productos-pensamientos cada vez más prolongados y frecuentes. Sólo dedicaba cinco minutos, mañana, tarde y noche, que fueron aumentando de forma natural. El «juego» resultó sencillo y muy eficaz.

Trueque gesto x palabra.  Con mis personas de confianza,  en las conversaciones empecé a sustituir las respuestas por un abrazo, una sonrisa, una caricia o… y el resultado fue sorprendente. Se abrían más, se mostraban mucho más receptivas,  y mis intervenciones  aportaban ideas mucho más fructíferas para ella o él.

Y estas 4 prácticas, y el tiempo, aportan riqueza y fluidez a las relaciones, que mantienes tanto contigo como con los demás.

La escucha activa es escuchar con los 5 sentidos. Es escuchar desde el corazón que da sentido a lo que escuchas.

Pruébalo.

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