No hacer nada o no dejar nada por hacer, ¿qué te parece más difícil?… o quizá eres del tipo mixto, que salta de lo uno a lo otro según de qué aspecto de la vida se trata.
El caso es que tanto si tiendes a hacer o prefieres esperar, seguro que en algún momento habrás sentido la presión social respecto a cuánto hacías o dejabas de hacer, respecto a lo que te perdías o intentabas retener.
Educación, información, familia, amigos… empujan a la acción. Parece que intervenir es necesario, que la única manera para avanzar y conseguir las cosas es interviniendo. Hacer, hacer, hacer… y parece que «haciendo» la vida toma sentido, «haciendo» alcanzas todos tus sueño, «haciendo» consigues que él/ella te siga queriendo.
Como si los resultados dependieran exclusivamente de tu intervención y la alternativa es languidecer a la espera de resultados que pueden no llegar nunca.
Y si…
Pero, ¿y si el secreto esta en el punto medio y la acción no fuese siempre necesaria?... ¿y si, a veces, esperar es la mejor manera de intervenir porque «hacer algo» no cambia nada, o incluso demora las cosas?… ¿y si, como han popularizado los italianos, el arte de «non fare niente» (no hacer nada) es la forma de hacer mucho por una situación, persona o incluso por ti?.
Puede parecer que hablo de pasividad, nada más lejos. Hablo, eso sí, de fluir con los acontecimientos y actuar según lo requerido en cada situación, sin forzar y con naturalidad. Respetando los ritmos de la vida, y aprendiendo a «hacer» a su favor.
Disfrutar de la acción y también de la espera es permitir que las circunstancias se dibujen por si mismas, es aprender a reconocer cuando intervenir. Es practicar el ser en lugar del hacer.
Y sorpresa!!… al permitirte ser nada queda por hacer.